24 may 2014

LA POLÍTICA SOCIAL EUROPEA: BALANCE DE CINCO AÑOS



Esta mañana tuve la oportunidad de participar en una jornada organizada por una pequeña organización sindical independentista y de clase de aquí, la CUT. En ella, el tema europeo no podía pasar desapercibido y debatimos acerca de argumentarios y enfoques variados. Me ha dado pie a plantear, esquemáticamente, unas ideas de qué ha sido de las Políticas Sociales en los últimos cinco años. Se dirá que el retrato se corresponde más con la Comisión y el Consejo que con el propio Parlamento, pero por ello es más útil en este larguísimo proceso de adquisición de centralidad política del Parlamento de Estrasburgo.

Se dirá también que el análisis está demasiado contaminado por el ciclo económico, pero casi es un elemento que lo valoriza, sobre todo, a la vista de la respuesta de la Comisión con su iniciativa política. Se dirá asimismo, que han sido años en los que lo importante ha sido el inter-gubernamentalismo, pues los principales actores han sido los presidentes de gobiernos, al menos una de ellas en su relación asimétrica con los demás. Y es verdad, sobre todo por la misérrima talla política de Durao Barroso, Van Rompuy y Ashton, auténticos peleles de los líderes estatales. Pero así se ha querido que sean las cosas.

En esencia, el método abierto de coordinación ha producido unas consecuencias que cabe describir en términos de fuerte retroceso. En materia de empleo, desde que las directrices de empleo comenzaron a ser subsidiarias de las directrices generales de política económica –hace mediados de la década anterior-, la suerte estaba echada. Lo que ingenuamente vivimos algunos como una inyección de realismo, a la postre se descubrió en su dimensión real, como un nihil obstat a las más severas políticas de ajuste. Por mucho que hayamos buscado lo salvable en la Estrategia Europa 2020, ha sido un esfuerzo tan estéril como el de buscar islas habitables en el Océano Antártico. Hoy la Estrategia Europea de Empleo es poco más que una ridícula correspondencia entre burócratas. Los pintorescos sucesos en torno a la Garantía Juvenil y sus magros recursos expresan una vez más que seguramente hay que volver al principio y tomarse en serio el tema del empleo. Como, desde luego, no se lo ha tomado la Comisión Europea.

Bueno, sí, la Estrategia Europea de Empleo ha servido para algo: para recortar la protección por desempleo. Con ese énfasis –razonable, por otra parte- en la activación, se ha encontrado la excusa antológica para reducir derechos económicos, “excesivamente generosos hasta el punto de desincentivar la búsqueda de empleo”, como han dicho unos políticos que parecen haber perdido el oremus. A mayores directrices a los Estados Miembros, mayores argumentos para las mentes calenturientas. Como las de De Guindos y Montoro al diseñar el RD-Ley 20/2012, entre otras piezas de “orfebrería fina” en el vaciado de derechos de las personas sin empleo.

El Método Abierto de Coordinación también ha servido a los fines de vaciado de los pisos de Seguridad Social. Curiosamente, cuando OIT discute al respecto, se hacen números sobre el envejecimiento poblacional y el factor de sostenibilidad. Las reformas del Norte de Europa han sido “chuleteadas” en España, por unos alumnos que, para aprobar los exámenes de la Comisión, han recurrido al tradicional método de copiar al listo de la clase. Como si aquí los baby-boomers no fuéramos algo más jovencitos que los alemanes o los suecos, por poner dos ejemplos. La ley de diciembre de 2013, sobre esta materia, es el resultado de haberse aprendido muy mal la lección en Europa. Hubiera sido mucho mejor dedicarse solo a la coordinación de sistemas y olvidarse de intercambiar tan “buenas” prácticas, que convierten a muchos de nuestros pensionistas en personas vulnerables en el umbral de la pobreza. Cuando la situación nuestra es algo distinta.

También el soft law ha encontrado otras víctimas, como la conciliación de la vida familiar y laboral, engullida y desaparecida de la Estrategia Europa-2020, al margen de unas insignificantes referencias piadosas. O la formación a lo largo de la vida, tema en el que contrastan un aluvión de documentos con una evidente falta de compromisos políticos. O las políticas contra la exclusión social, infradotadas como para poder alcanzar la más modesta talla política.

Con el hard law, el balance tampoco es halagüeño: apenas la renovación de la Directiva relativa al Acuerdo Marco sobre el permiso parental, renovación del Reglamento de libre circulación de trabajadores de 2011 –y la nueva Directiva de 2014 al respecto-…y poco más, salvo algo relativo a nacionales de terceros países. Los temas políticos, totalmente encallados. Algunos, casi mejor que sea así, como el caso de la Directiva de tiempo de trabajo-. Otros, en particular la Directiva de desplazamientos temporales, imposible de enmendar por falta de vocación de entenderse en relación con ella. LOS Estados Miembros convertidos en una jaula de grillos. Y poco más. Prácticamente, un conjunto vacío.

En estas condiciones, han quedado lejos otras épocas más importantes. Lo social ha sido enviado al desván de lo irrelevante. Seguramente, no es sino una parte más de un todo de unas instituciones decadentes. Es importante, aunque reconozcamos que el proyecto europeo es decadente, que no lo convirtamos en un proyecto envilecido. Por poca que tuvieran, nuestros founding fathers de 1957 tenían algo más de vocación social que Mrs. Merkel y sus títeres.

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